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La noche del viernes volvió a ser escenario de protestas en Cuba. Decenas de ciudadanos salieron a las calles para manifestarse, por segunda vez en la semana, contra el régimen de Miguel Díaz-Canel, en rechazo a los prolongados apagones que superan las 20 horas diarias y a la profunda crisis que atraviesa el país.
La ciudad de Bayamo fue el principal foco de las concentraciones, sumándose así a otras localidades como Jabaquito, zonas de Santiago de Cuba y la capital provincial de Pinar del Río. Entre la oscuridad y algunas luces tenues, los vecinos golpeaban cacerolas y gritaban consignas exigiendo electricidad, alimentos y un cambio urgente en las políticas gubernamentales.
“Pongan la corriente. ¿Hasta cuándo el abuso?”, reclamó una vecina de Bayamo, mientras otro manifestante denunció el temor a represalias: “Esa gente da golpes, vienen con perros a caerle arriba a la gente”. A pesar de ello, las protestas se desarrollaron de forma pacífica.
La primera secretaria del Partido Comunista en la provincia de Granma, Yanetsy Rodríguez, se refirió a las protestas y reconoció la “compleja situación electroenergética”, asegurando que el régimen “no se cansará de dialogar con el pueblo”, sin anunciar medidas concretas ante el colapso energético y social.
Cuba arrastra una crisis multisectorial agravada por la falta de inversiones, la escasez de combustible y el deterioro de sus centrales termoeléctricas. Esta situación ha sumido a la isla en constantes apagones que paralizan la vida cotidiana. Solo en febrero de este año, más del 57% del país llegó a estar sin electricidad.
Pese a admitir la gravedad del escenario, el régimen volvió a atribuir la responsabilidad al embargo estadounidense. Funcionarios como Alfredo López, director de la Unión Eléctrica de Cuba, y Argelio Jesús Abad, viceministro primero de Energía y Minas, señalaron la falta de financiamiento externo como causa principal, sin reconocer errores internos en la gestión del sector.
Mientras tanto, la población cubana continúa enfrentando días sin electricidad, sin comida suficiente y sin respuestas claras, con un creciente descontento que ya comienza a reflejarse en las calles.