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Nashville, Tennessee. – Taylor Swift no solo ha redefinido el pop moderno y la música country, también ha reescrito las reglas del poder artístico y empresarial en la industria discográfica. Su lucha por recuperar el control de sus grabaciones maestras ha sido tan pública como inspiradora, y sigue siendo un caso emblemático sobre los derechos de los artistas en la era digital.
¿Qué son las grabaciones maestras y por qué importan?
Una grabación maestra es la versión original registrada de una canción. Quien posee ese archivo, controla cómo, cuándo y dónde puede usarse: desde el streaming hasta la venta física, pasando por películas, anuncios y videojuegos. En el caso de Taylor Swift, esa propiedad se convirtió en el centro de una disputa multimillonaria.
El origen: un contrato temprano con consecuencias duraderas
En 2004, con apenas 14 años, Swift firmó con la discográfica Big Machine, dirigida por Scott Borchetta, para perseguir su sueño en Nashville. El contrato le proporcionó un adelanto económico, pero también cedió los derechos de sus primeros seis álbumes “a perpetuidad” al sello.
Era una práctica común antes del streaming, cuando los artistas dependían totalmente de los sellos para sonar en la radio y producir discos físicos. Pero con el tiempo, esa cesión se convirtió en una carga para la artista más influyente de su generación.
La venta sin aviso y el conflicto con Scooter Braun
Cuando su contrato con Big Machine expiró en 2018, Swift se fue a Republic Records/Universal Music Group, donde exigió desde el principio ser propietaria de su música futura.
En 2019, Big Machine fue vendida a Ithaca Holdings, la compañía del poderoso manager Scooter Braun, conocido por representar a Justin Bieber y Ariana Grande. Swift afirmó que no fue consultada ni informada de esta transacción y la calificó de “acto de agresión”. Braun, a quien ella consideraba símbolo del “privilegio masculino tóxico en la industria”, pasó a controlar el catálogo que ella había intentado recomprar por años.
“Pasé 10 años de mi vida intentando con ahínco comprar mis grabaciones directamente y luego me negaron esa oportunidad”, declaró Swift a Billboard.
Segunda venta, misma traición
En 2020, Braun vendió el catálogo por US$300 millones a Shamrock Holdings, un fondo vinculado a la familia Disney. Aunque inicialmente abierta a una alianza con Shamrock, Swift se retiró tras descubrir que Braun seguiría lucrándose con su música antigua por años.
“Simplemente no puedo, en conciencia, involucrarme en beneficio de los intereses de Scooter Braun”, sentenció Swift en una carta pública.
La revancha de Taylor: regrabaciones y éxitos globales
A partir de 2021, Swift comenzó a regrabar sus primeros álbumes bajo el título “Taylor’s Version”. Con una precisión impresionante, replicó sus discos con mejoras sutiles en mezcla y producción, añadiendo bonus tracks que emocionaron a los fans.
El mayor éxito llegó con la versión extendida de “All Too Well (10 Minute Version)”, que alcanzó el #1 en Billboard Hot 100 y el #3 en el Reino Unido, convirtiéndose en la canción más larga en entrar al top 5.
Más allá del pasado: nuevos discos y la gira más taquillera de la historia
Mientras reconstruía su legado, Swift también lanzó nuevos proyectos como Folklore y Midnights, ambos ganadores del Grammy. Estos discos demostraron su vigencia creativa y la consolidaron como una fuerza cultural.
La gira Eras Tour, donde celebró toda su carrera desde los inicios hasta hoy, recaudó más de US$2.000 millones en entradas entre 2023 y 2024, batiendo récords globales.
En su carta, Swift escribió que ese éxito fue “la razón por la que pude recomprar mi música”. La artista que fue despojada de sus obras ahora es dueña de su legado.
Taylor Swift no solo ha triunfado en las listas de éxitos: ha transformado la conversación sobre propiedad artística, autonomía creativa y valor emocional del arte. Su historia demuestra que, en la industria de la música, el talento puede venir acompañado de una visión empresarial feroz… y un corazón que no olvida.