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La esquizofrenia es un trastorno mental grave y complejo que, en muchos casos, incluye una pérdida de contacto con la realidad, un estado clínico conocido como psicosis. Este fenómeno se manifiesta a través de síntomas como:
- Delirios: creencias falsas que la persona sostiene firmemente, incluso si hay evidencia en contra (por ejemplo, pensar que alguien la persigue sin motivo).
- Alucinaciones: percepciones sensoriales sin estímulo externo, como oír voces que no existen.
- Pensamiento y habla desorganizados, lo que puede dificultar la comunicación y comprensión.
- Comportamientos extraños o inapropiados, que no responden a normas sociales o al contexto.
No todas las personas con esquizofrenia presentan los mismos síntomas, y la intensidad puede variar considerablemente entre pacientes o a lo largo del tiempo.
Más allá de la psicosis: síntomas negativos y deterioro cognitivo
Además de los episodios psicóticos, la esquizofrenia incluye síntomas denominados negativos, como:
- Apatía o falta de motivación.
- Reducción en la expresión emocional.
- Aislamiento social y disminución en la capacidad para disfrutar actividades.
- Deterioro cognitivo, afectando la memoria, atención y capacidad de organización.
Estos síntomas tienden a ser persistentes y afectan significativamente la vida cotidiana, el rendimiento laboral y las relaciones sociales.
Tratamiento y esperanza
Aunque no tiene cura, la esquizofrenia es tratada con éxito en muchos casos mediante un enfoque integral que incluye:
- Medicamentos antipsicóticos, que ayudan a controlar los síntomas positivos como alucinaciones o delirios.
- Terapias psicosociales, como la terapia cognitivo-conductual o de habilidades sociales.
- Apoyo comunitario y familiar para promover la autonomía y la inclusión social.
El diagnóstico temprano y el tratamiento continuado son fundamentales para lograr una mejor evolución a largo plazo. Con el manejo adecuado, muchas personas con esquizofrenia logran llevar una vida plena y funcional.