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París, Francia. – Antes del reciente asalto al Museo del Louvre que dejó al descubierto graves fallos en seguridad, la institución más visitada del mundo ya había sido escenario de un robo que cambió para siempre la historia del arte: la desaparición de la Mona Lisa en 1911, un caso que convirtió a la pintura de Leonardo da Vinci en un símbolo universal.
El 22 de agosto de 1911, la célebre Gioconda fue sustraída de una de las salas más vigiladas de París sin que nadie lo notara durante más de 24 horas. El hallazgo del vacío en la pared fue realizado por el pintor Louis Béroud, quien acudió al Louvre para copiar la obra y descubrió que el cuadro había desaparecido, quedando solo el marco y el cristal protector abandonados en una escalera.
La alarma se extendió rápidamente y la noticia del robo recorrió toda Francia, generando una crisis institucional y la dimisión del director del museo, Théophile Homolle. Más de 60 detectives se sumaron a la investigación, encabezada por el criminólogo Alphonse Bertillon, pionero en el uso de huellas dactilares. Sin embargo, las pesquisas no lograron resultados inmediatos.
Durante los dos años siguientes, el mundo entero siguió fascinado por el misterio. La prensa internacional ofrecía recompensas, las fronteras se cerraron y los trenes fueron revisados, sin que apareciera rastro alguno del cuadro. Irónicamente, la ausencia de la Mona Lisa la volvió más famosa que nunca, multiplicando su leyenda y atrayendo la atención de millones de personas.
El caso dio un giro en diciembre de 1913, cuando el anticuario florentino Alfredo Geri alertó a las autoridades tras recibir una oferta sospechosa para comprar la pintura. El ladrón resultó ser Vincenzo Peruggia, un vidriero italiano que había trabajado en el Louvre instalando vitrinas.
Disfrazado con una bata de operario, Peruggia se ocultó en el museo el día del cierre por mantenimiento y, al amanecer, descolgó la pintura, ocultándola bajo su ropa. Su intención, según confesó luego, era “devolver la obra a Italia” por patriotismo. Fue condenado a un año y quince días de prisión, pena reducida por simpatía popular.
La Mona Lisa regresó triunfalmente al Louvre el 4 de enero de 1914, donde desde entonces permanece bajo estrictas medidas de seguridad.
El robo marcó un antes y un después en la historia de los museos, al revelar las carencias de los sistemas de protección y motivar reformas en la vigilancia artística a nivel mundial. Más de un siglo después, su eco resuena con fuerza tras el reciente saqueo de joyas napoleónicas en el mismo recinto, recordando que la fascinación por el arte y el desafío de custodiarlo siguen siendo dos caras de la misma historia.