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El relanzamiento de las aspiraciones presidenciales de Gonzalo Castillo dentro del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) no solo marca un movimiento interno de reorganización partidaria; también se inscribe en un momento geopolítico complejo para el Caribe y América Latina, donde los escenarios de seguridad, economía y relaciones exteriores influyen directamente en la viabilidad de cualquier proyecto presidencial.
1. Un contexto regional con nuevas tensiones y viejas presiones
La República Dominicana se encuentra en un vecindario afectado por crisis interconectadas: la inestabilidad crónica de Haití, los ajustes económicos de gran parte de la región, los conflictos comerciales hemisféricos y el resurgimiento de posturas más duras desde Estados Unidos frente a actores como Venezuela.
En este ambiente, las señales de Washington —ahora más inclinadas hacia políticas de presión, control fronterizo y alineamientos estratégicos— obligan a los candidatos dominicanos a proyectar capacidad de diálogo con las potencias regionales sin comprometer soberanía.
El PLD, al apostar por Gonzalo Castillo, parece decantarse por una figura con experiencia de gestión en infraestructura, logística y relaciones institucionales, áreas que hoy son claves en la agenda bilateral con Estados Unidos, Europa y organismos multilaterales.
2. La geopolítica de la estabilidad interna
Para actores internacionales, la República Dominicana es vista como un punto de estabilidad en el Caribe. La proyección que haga el PLD con Castillo debe transmitir gobernabilidad, continuidad institucional y un enfoque robusto de seguridad fronteriza, sobre todo ante la crisis haitiana, que exige liderazgos capaces de gestionar presión migratoria, cooperación internacional y riesgos transnacionales.
Un candidato percibido como “gestor” y no como “experimentador” puede resultar atractivo para socios externos que observan con cautela cualquier volatilidad derivada de la política doméstica.
3. Infraestructura y conectividad: el eje que puede redefinir alianzas
Si algo marcó la gestión de Gonzalo Castillo como ministro de Obras Públicas fue su énfasis en obras, conectividad y modernización. En un momento donde la región compite por inversión extranjera, logística portuaria y nuevas rutas comerciales, esa experiencia podría ser un activo para reposicionar al país como hub del Caribe.
Las grandes potencias —Estados Unidos, China y la Unión Europea— ven en República Dominicana un punto estratégico para corredores marítimos y cadenas de suministro. Cualquier propuesta presidencial con énfasis en infraestructura se inserta directamente en esa competencia.
4. PLD y su narrativa de “retorno responsable”
Para volver al poder, el PLD debe no solo reconectar con su base, sino también presentarse ante la comunidad internacional como un partido capaz de dirigir un país inmerso en retos migratorios, presión económica y una creciente competencia global por influencia en la región.
El respaldo masivo a Castillo apunta a un intento de proyectar unidad, una señal indispensable para interlocutores externos que desconfían de formaciones fragmentadas. La unidad interna tiene efecto directo en la percepción geopolítica: estabilidad política = estabilidad para inversiones y cooperación.
5. ¿Qué significa para el equilibrio político del Caribe?
Si el PLD logra reposicionarse con un mensaje de orden, obra pública, eficiencia administrativa y apertura a alianzas internacionales, podría modificar los equilibrios regionales, especialmente en un Caribe donde la mayoría de países enfrentan crisis económicas y cambios de liderazgo.
Un eventual gobierno liderado por Castillo podría fortalecer los vínculos con:
- Estados Unidos, especialmente en infraestructura, seguridad fronteriza y comercio.
- Europa, sobre todo en temas de energías renovables e inversión tecnológica.
- Mercados asiáticos, con los cuales se han desarrollado rutas comerciales y proyectos de inversión en la última década.
Conclusión
El resurgimiento de Gonzalo Castillo como figura presidencial es más que un movimiento interno del PLD: se trata de un reposicionamiento estratégico en un entorno geopolítico que exige líderes con experiencia administrativa, capacidad de gestión y visión internacional.
El encuentro celebrado este miércoles marca, para el PLD, no solo el inicio de una campaña, sino también el intento de reinsertarse como actor central dentro de un Caribe renovado, competitivo y sometido a fuerzas externas que condicionarán el futuro político de la región.