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Durante años, un grupo de agentes rusos operó en Brasil bajo identidades encubiertas perfectamente construidas, utilizando documentos auténticos brasileños y desarrollando vidas aparentemente normales. La revelación forma parte de una extensa investigación llevada a cabo por la Policía Federal de Brasil, con apoyo de agencias de inteligencia extranjeras, que permitió exponer una de las operaciones de espionaje ruso más sofisticadas fuera de Europa.
Artem Shmyrev, quien se hacía llamar Gerhard Daniel Campos Wittich, dirigía una exitosa empresa de impresión 3D en Río de Janeiro y vivía con su novia y un gato, sin levantar sospechas. Sin embargo, como parte de una estrategia más amplia del Kremlin, su verdadera misión era establecer una identidad creíble para luego desplegarse en países clave como Estados Unidos, Europa u Oriente Medio.
La operación, conocida como «Operación Este», permitió identificar a al menos nueve oficiales rusos que vivían como ciudadanos brasileños utilizando certificados de nacimiento legalmente emitidos. A diferencia de métodos clásicos basados en suplantar identidades de personas fallecidas, en esta red se creaban identidades ficticias desde cero, con el uso del sistema descentralizado de registros civiles brasileños.
El caso que encendió las alarmas fue el de Sergey Cherkasov, otro espía ruso con documentación brasileña, detenido tras intentar infiltrarse en la Corte Penal Internacional. Su captura motivó a las autoridades brasileñas a revisar millones de registros y detectar un patrón común entre estos “fantasmas”, personas con documentos válidos que surgían de la nada como adultos.
La red de espías incluía perfiles diversos: desde empresarios y modelos hasta estudiantes universitarios. Algunos lograron escapar antes de ser capturados, mientras que otros fueron detenidos o forzados a huir. El impacto de esta operación ha sido significativo, afectando gravemente al programa de «ilegales» del Kremlin y dejando al descubierto la vulnerabilidad de los sistemas de registro de identidad en países como Brasil.
Este golpe a la inteligencia rusa se da en un contexto de creciente cooperación internacional tras la invasión de Ucrania en 2022, lo que ha reforzado los esfuerzos globales por detectar y frenar la actividad de espías rusos encubiertos. Las investigaciones continúan, pero el caso ya marca un antes y un después en la lucha contra el espionaje internacional en América Latina.