ENTRE PERIFONEOS Y VENDEDORES CALLEJEROS

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POR CÉSAR DALMASÍ

EL autor es periodista

cesardalmasi@hotmail.com

La República Dominicana cuenta con una clara y contundente regulación del medioambiente, contenida en la ley 64-00 en donde se incluye todo lo relativo a la contaminación sónica, y en cuya legislación de forma tácita, se especifican las regulaciones y las sanciones a quienes violen la misma; definiendo por ejemplo, la contaminación sónica como aquellos ruidos que por su nivel, prolongación o frecuencia, impactan negativamente la salud humana, la calidad de vida de la población y el equilibrio del ecosistema.

En razón de eso, veamos un ejemplo sencillo; se considera contaminación sónica de acuerdo a  la misma ley, todo sonido que sobrepase los sesenta decibeles; sin embargo el claxon o lo que es lo mismo,  la bocina de cualquier vehículo, el sistema de muffler, la algarabía de los vendedores que deambulan por nuestras calles, todo esto produce unos decibeles con niveles por encima de los cien a ciento treinta, excediendo significativamente lo que permite la ley o sea, dañando la salud de las personas.

Y esto que hay tunantes que “preparan” el vehículo para que provoque más ruido, como algunos autos que hacen una especie de disparo, también hay quienes en franca violación a la ley, colocan bocinas tipo policía y sirenas que suenan y resuenan donde se les pegue las ganas a estos estúpidos  y antisociales; de manera que entre perifoneos, vendedores ambulantes, guagüitas plataneras y si añadimos a esto las altas temperaturas que estamos sufriendo y otras  yerbas que por cierto no aromáticas, es como para que cualquiera tire el fondo para decirlo en buen dominicano.

Y por demás, siendo esto lo pero, es que hay  otro grupo de tipejos que violando toda norma, se detienen en una esquina cualquiera con su vehículo provisto de grandes amplificadores y a los mismos hay que soportarle y escucharle toda su bazofia de música y ruidos muchas veces cargados de soeces y malas palabras, además de que elevan sus volúmenes extremadamente altos, no importa que sea lunes o Domingo, laborable o no, de día o de noche.

Igualmente tenemos personas con vehículos de alta gama que transitan como  hemos referido más arriba, con sirena y sistema de alarma, porque a ellos hay que dejarlo pasar, también en horas de la noche todo el mundo coloca sus luces altas y muchas transformadas para que alumbren más, violando así los niveles internacionales de lúmenes permitidos, provocando encandilamiento, que podrían terminar en accidentes graves en los vehículos, pero además, tenemos empresarios que se toman el derecho de no permitir el parqueo al frente de sus empresas u oficinas y peor todavía, los famosos cuidadores de vehículos en las vías públicas que usted usa un parqueo público y después hay que pagarle a ellos, así no puede ser.

Todo eso es definitivamente un burdo atropello al derecho ciudadano, pero la autoridad en muchas ocasiones hace omisión de todo eso, porque uno es testigo en las calles que estos bribones y antisociales que adoptan la conducta que hemos descripto, hacen sus violaciones al frente de policías colocados en sus puestos de servicio y para la autoridad esto es como muy normal algo que es a todas luces violatorio al orden y a la ley.

En definitiva esas personas que hacen esto, son hijos del desorden y del caos, por  no decir que son hijos de cualquier otra cosa; por tal razón es que necesitamos que se aplique la ley en el aspecto que nos estamos refiriendo, para que no lleguemos a igualarnos a países como la India, Emiratos Árabes Unidos y Turquía que se encuentran liderando el ranking como los más ruidosos del mundo o en nuestro entorno como Ciudad México, Buenos Aires en Argentina, Lima  en Perú, Bogotá en Colombia y Chile entre otras.

Claro que la contaminación sónica es multifacética y cada ciudad o país tiene sus causas, pero en el  caso de República Dominicana es debido al caos, en donde queremos vivir como chivos sin ley; pero para sólo poner un ejemplo el distrito y la ciudad de Santo Domingo con toda su demarcación, así como las grandes o pequeñas ciudades hacen que los dominicanos vivamos fundidos y confundidos en el peor y anárquico barullo acústico.

No es secreto que la contaminación sónica provoca daños considerables a la salud humana, como hipertensión, insomnio, nerviosismo, problemas graves de audición, entre otros males, de manera que todo eso unido a las tensiones propias del diario vivir del dominicano, hace que involuntariamente seamos más violentos y que nuestra convivencia no sea la mejor; entonces, en eso es que debe de concentrarse la autoridad y no desperdiciar tiempo en cualquier cosa trivial, simple y especialmente banal.

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