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República Dominicana. – Más de mil millones de personas en todo el mundo viven actualmente con trastornos de salud mental, de acuerdo con datos recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Condiciones como la depresión, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), el trastorno bipolar y la esquizofrenia se encuentran entre las principales causas de pérdida de salud global, pasando del noveno al sexto lugar en 2021, según el Instituto de Métricas y Evaluación para la Salud (IHME). Este incremento supone altos costos para los sistemas sanitarios, las familias y las economías.
En América Latina y el Caribe, la carga de los trastornos mentales ya era elevada antes de la pandemia y se ha incrementado de manera progresiva. Para 2021, la región registraba un promedio de 15 mil casos por cada 100 mil habitantes, tomando como referencia a 20 países estudiados. En la República Dominicana, la prevalencia alcanza 15,505 casos por cada 100 mil habitantes, ubicando al país dentro de la media regional.
A pesar de la magnitud del problema, el acceso al tratamiento continúa siendo el principal desafío. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) señala que entre 75 % y 90 % de las personas con trastornos mentales, neurológicos o por uso de sustancias no recibe la atención necesaria, aun cuando existen tratamientos eficaces. En el caso de la esquizofrenia, la brecha de tratamiento es del 72 %, mientras que para la depresión y la ansiedad supera el 80 %, reflejo de la baja inversión en salud mental: en promedio, solo 2 % del presupuesto sanitario se destina a esta área en la región.
No obstante, la ciencia ha impulsado importantes avances que están transformando el abordaje clínico y social de estas condiciones. Uno de los más significativos es el desarrollo de los antipsicóticos de tercera generación, terapias que han mostrado mejoras sustanciales en la calidad de vida de pacientes con esquizofrenia, trastorno bipolar y depresión mayor.
Estos medicamentos actúan mediante un mecanismo modulador de la dopamina, equilibrando su señal sin bloquearla ni estimularla en exceso. Esta acción permite controlar síntomas positivos y, en algunos casos, síntomas negativos y afectivos, con una tolerancia significativamente mejor. Además, reducen la sedación, el impacto metabólico y otros efectos adversos, facilitando una mayor adherencia al tratamiento y disminuyendo el estigma asociado a estas terapias.
“Los antipsicóticos de tercera generación representan un avance significativo: ofrecen mejor perfil de tolerancia, menor impacto metabólico y un efecto procognitivo que permite a los pacientes mantener su funcionalidad emocional, social y laboral. Esto marca un cambio de paradigma en el abordaje de la salud mental, pues permiten tratar al paciente sin ‘anularlo’, favorecen la desinstitucionalización y se alinean con los nuevos modelos de atención que promueven la reinserción social”, afirmó Anna Patricia Alessandría, Gerente Médico Psiquiatría de ADIUM Centroamérica y el Caribe.
Alessandría explicó que estas terapias benefician a pacientes con esquizofrenia, episodios maníacos agudos o mixtos del Trastorno Bipolar I, episodios depresivos asociados al Trastorno Bipolar I, así como a aquellos con Depresión Mayor que requieren tratamiento complementario.
Los avances terapéuticos en salud mental están contribuyendo a mejorar la memoria, reducir síntomas afectivos en fases depresivas, aumentar la motivación y promover una mayor participación social. En este contexto, especialistas subrayan la importancia de fortalecer la inversión y la atención en salud mental, con el objetivo de cerrar las brechas de tratamiento y garantizar una atención digna y oportuna para toda la región.




