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Caracas. — En medio de la tensión diplomática y la aparente clausura del espacio aéreo venezolano para operaciones comerciales y privadas, este miércoles aterrizó en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar un vuelo procedente de Estados Unidos con 379 ciudadanos venezolanos deportados.
Se trata de un avión comercial —un antiguo equipo de Eastern Airlines— que, según autoridades aeroportuarias, operó bajo una autorización directa y puntual, pese a que la conectividad aérea entre ambos países permanece restringida casi en su totalidad desde 2019.
Un gesto contradictorio, según críticos
Diversas voces calificaron como “contradictoria” la decisión del gobierno venezolano de permitir el aterrizaje del vuelo, mientras mantiene cerrado el espacio aéreo para aerolíneas comerciales, vuelos privados y operaciones militares estadounidenses.
Analistas consideran que este gesto evidencia una flexibilización selectiva entre Caracas y Washington, días después de que ambos gobiernos sostuvieran comunicaciones discretas para tratar asuntos migratorios y de seguridad.
Preocupación por el destino de los deportados
La llegada del grupo —integrado mayoritariamente por jóvenes— generó preocupación entre organizaciones de derechos humanos y especialistas en migración, quienes consideran que muchos de ellos podrían enfrentar riesgos al regresar a Venezuela, tras haber huido del país en busca de protección.
“Estos venezolanos no son criminales; no han cometido delitos. Huyeron de una dictadura y ahora son obligados a volver a un entorno que podría ponerlos en peligro”, expresó uno de los analistas consultados, calificando la deportación como “una injusticia” por parte de Estados Unidos.
¿Reapertura implícita de vuelos?
Aunque Caracas insiste en que el espacio aéreo continúa restringido, la autorización para recibir este vuelo abre interrogantes sobre una posible reactivación parcial o progresiva de operaciones entre ambos países, especialmente en el marco de acuerdos migratorios.
Este aterrizaje ocurre apenas días después de reportes sobre comunicaciones directas entre los presidentes de ambas naciones, lo que ha alimentado teorías sobre una nueva fase de cooperación técnica, pese a la retórica confrontativa.