El ya caótico tránsito en calles y avenidas del Distrito Nacional alcanza niveles críticos. Los infames tapones encuentran su origen en una combinación explosiva de mayor movilidad ciudadana, falta de educación vial y acciones discutibles de los agentes de tránsito, sumado al colapso de puntos neurálgicos como la intersección en la 27 con Máximo Gómez.
Cada año, el incremento de vehículos, ya sea por parte de conductores particulares o usuarios de transporte público, agrava el colapso de las vías.
A pesar de los esfuerzos de las autoridades, las medidas tomadas resultan insuficientes e incluso contraproducentes, como la colocación de conos que obstaculizan el flujo vehicular en importantes arterias como la avenida 27 de Febrero.
Durante las horas pico, el flujo de vehículos se intensifica, y los agentes de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett) buscan solucionar el caos al manipular los semáforos y dar preferencia injusta a ciertos carriles.
Además, la falta de cumplimiento de normativas por parte de algunos conductores, como el irrespeto a las reglas de conducción, agrava la situación.
A pesar de las críticas, tanto el Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (Intrant) como la Digesett aseguran coordinar acciones para mejorar la movilidad y la seguridad vial, bajo el amparo de la ley de movilidad y seguridad vial de la República Dominicana.