El embajador de Estados Unidos en Haití, Dennis Hankins, hizo una declaración contundente: «Los pandilleros tendrán que elegir entre la cárcel y el cementerio», según informó el diario digital Haití Libre. Esta afirmación refleja la postura firme de Estados Unidos ante la creciente crisis de seguridad en la nación caribeña.
Estados Unidos ha reiterado que los militares de Kenia serán los primeros en llegar a Haití, liderando una fuerza multinacional para apoyar a la policía nacional en su lucha contra los grupos armados. Sin embargo, en la práctica, la intervención estadounidense ha sido más directa. Desde el 23 de abril, aviones de la Fuerza Aérea de EE. UU. han estado transportando a Haití medios de combate, pertrechos, logística variada y personal, incluyendo mercenarios disfrazados de contratistas.
De los 300 millones de dólares prometidos para pacificar Haití, Estados Unidos se comprometió con 120 millones, pero hasta ahora solo se ha recaudado menos de 20 millones. La Organización de Naciones Unidas ha instado a los Estados miembros a ser más generosos y a cubrir el déficit financiero necesario para la misión.
Un alto funcionario de la administración del presidente Joe Biden, que prefirió mantener el anonimato, reveló que el costo real de la intervención en Haití podría oscilar entre 515 y 600 millones de dólares en dos años, sin contar con las necesidades emergentes sobre el terreno.
Medios locales y analistas recuerdan que Washington es considerado por muchos haitianos como responsable del caos económico, político y social actual en el país, debido a su intervención militar en 1915 y la supuesta retirada en 1934. Además, gran parte de las armas y municiones que utilizan los pandilleros provienen de Estados Unidos, exacerbando la violencia y la inseguridad en Haití.
