Millones de ucranianos celebran la Navidad en medio de la tristeza por la guerra, marcando la primera vez en un siglo que alinean sus festividades con el resto del mundo cristiano. En Leópolis, la Plaza de los Ángeles se llena de lugareños vestidos de fiesta, instalando adornos navideños tradicionales llamados «diduj». Sin embargo, la tristeza prevalece debido a los continuos ataques y la separación de seres queridos.
El sonido de villancicos llena la plaza, donde el capellán militar, el padre Roman, comparte palabras de esperanza. Los soldados, algunos de los cuales están de breve descanso, luchan por la paz mientras las alarmas aéreas resuenan y se reportan derribos de aviones rusos.
La cofundadora de la Cocina de Voluntarios de Leópolis, Oksana Mazar, vende dulces para recaudar fondos para las tropas, pero el ambiente pesado refleja las pérdidas y la incertidumbre sobre el futuro. A pesar de la ansiedad, la voluntad de victoria persiste entre los ucranianos, quienes sueñan con una Navidad tranquila y sin más pérdidas.
