«El Misterio del Día Bisiesto»

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Cada cuatro años, el calendario gregoriano nos sorprende con un día adicional, el 29 de febrero, conocido como día bisiesto. Pero, ¿por qué este peculiar ajuste temporal?

La respuesta se remonta a la Antigua Roma, donde Julio César y el astrónomo Sosígenes se dieron cuenta de que el calendario no estaba sincronizado con el año solar. Así nació el calendario juliano, que introdujo el concepto de año bisiesto.

Este término, «bisiesto», proviene del latín «bis sextus», que significa «doble sexto día antes de las calendas de marzo». Aunque inicialmente se fijó en el 24 de febrero, el papa Gregorio XIII, con su calendario gregoriano en 1582, cambió la fecha al 29 de febrero.

La razón detrás de este ajuste radica en la duración precisa del año solar, que es ligeramente más largo que 365 días. Para mantener la sincronización entre el calendario y las estaciones, se agrega un día extra cada cuatro años.

Sin embargo, hay una excepción: los años centenarios deben ser divisibles entre 400 para ser considerados bisiestos. Esta regla garantiza una mayor precisión y evita desajustes significativos a largo plazo.

Así, el día bisiesto, aunque raro y misterioso, cumple su función vital en la armonización de nuestro tiempo con los ciclos astronómicos.

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