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CIUDAD DEL VATICANO — El mundo católico entra en cuenta regresiva. Este viernes, trabajadores del Vaticano iniciaron la instalación de la emblemática chimenea en la parte superior de la Capilla Sixtina, un claro indicio de que los preparativos para la elección del próximo pontífice han entrado en su fase final. El próximo 7 de mayo, los cardenales electores se reunirán en cónclave para decidir quién liderará a los más de 1,300 millones de católicos en el mundo, tras la muerte del papa Francisco.
La chimenea, de conducto metálico, juega un papel simbólico y práctico: permite que el mundo entero conozca el resultado de las votaciones secretas. Humo negro indica que no se ha alcanzado acuerdo tras dos rondas de votación; humo blanco anuncia la elección de un nuevo papa, señalando un momento histórico para la Iglesia y sus fieles. Este mecanismo fue utilizado por última vez el 13 de marzo de 2013, cuando el cardenal argentino Jorge Mario Bergogliofue elegido papa Francisco.
Cardenales discuten perfil del nuevo líder
Mientras se ultiman los preparativos técnicos, en Roma los cardenales participan en las denominadas congregaciones generales, sesiones previas al cónclave en las que también intervienen los cardenales mayores de 80 años (que no tienen derecho a voto). Allí se han abordado temas cruciales: desde los retos financieros del Vaticano, las reformas de gobernanza impulsadas por Francisco, hasta el perfil del líder que necesita la Iglesia para enfrentar desafíos como la caída de vocaciones, los casos de abusos, y la conexión con las nuevas generaciones en un mundo cada vez más secularizado.
La elección papal, que requiere una mayoría de dos tercios entre los cardenales electores, se desarrollará bajo un estricto régimen de confidencialidad y aislamiento. Toda la actividad se concentrará en la Capilla Sixtina, un espacio cargado de simbolismo y sede histórica de las elecciones pontificias.
Blindaje tecnológico para un cónclave seguro
De acuerdo con reportes del Corriere Della Sera, el Vaticano ha implementado un inédito dispositivo de seguridad tecnológica para blindar la Capilla Sixtina. Se han instalado bloqueadores de frecuencia (jammers) que anulan cualquier intento de conexión inalámbrica —incluyendo celulares, relojes inteligentes, laptops y dispositivos Bluetooth— garantizando que ninguna señal pueda entrar o salir del recinto.
Además, se han aplicado películas anti-drone y anti-láser espía sobre los ventanales para evitar cualquier tipo de captación externa, ya sea visual o acústica. Equipos especializados han realizado barridos electrónicos minuciosos para detectar posibles micrófonos ocultos, asegurando así la confidencialidad absoluta de las deliberaciones.
Los cardenales electores deberán entregar cualquier dispositivo electrónico antes de ingresar al cónclave; toda comunicación será exclusivamente verbal y presencial. Incluso los sistemas internos estarán completamente desconectados de Internet, y servidores clave han sido trasladados a ubicaciones seguras como la Biblioteca Apostólica Vaticana.
En caso de emergencia, la Gendarmería Vaticana dispondrá de una red interna encriptada, basada en tecnología de cifrado militar, a la que solo el personal autorizado tendrá acceso.
Una elección que definirá el rumbo de la Iglesia
El próximo papa enfrentará retos monumentales: restaurar la credibilidad institucional tras los escándalos de abusos, revitalizar las vocaciones sacerdotales, reorganizar las finanzas vaticanas y renovar el diálogo interreligioso. Además, deberá conectar con una juventud que, en muchas partes del mundo, se muestra alejada de las estructuras tradicionales de la fe.
Las expectativas, dentro y fuera de los muros del Vaticano, son enormes. Pero como marca la tradición, solo cuando el humo blanco emerja del techo de la Capilla Sixtina, el mundo sabrá que la Iglesia tiene un nuevo guía.