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Por Richard Cabrera
Ay, mi país… qué triste resulta ver cómo algunos intentan degradar la labor de nuestros militares, hombres y mujeres que sacrifican horas de la noche, alejados de sus familias, para cumplir con las órdenes de sus superiores y de la ministra de Interior y Policía.
Resulta preocupante que figuras públicas —influencers, youtubers, artistas o cualquier civil con vínculos en altas instancias del poder— pretendan poner en entredicho la autoridad de un oficial superior, exponiéndolo y humillándolo frente a una multitud. Esa práctica, además de injusta, erosiona la imagen de las instituciones castrenses y debilita la confianza de la sociedad en sus guardianes.
Un militar, cuando viste el uniforme, asume un compromiso sagrado con la nación. No puede ser que ese sacrificio sea menospreciado por el capricho de un civil que, amparado en sus conexiones, logre que un superior llame la atención a un oficial solo porque “alguien influyente lo pidió”.
Los jefes de las diferentes instituciones —Ejército, Armada, Fuerza Aérea y Policía Nacional— deben poner freno a esa práctica. Se necesita un memorándum claro que prohíba someter a la tropa a este tipo de degradaciones. La disciplina militar debe ejercerse internamente, no bajo presión externa.
El Estado, que ya da pasos en asegurar salud, educación, alimentación y mejores sueldos para nuestros militares, también debe garantizar respeto. Solo así podrán salir a cumplir sus funciones con la tranquilidad de saber que cuentan con el respaldo de la sociedad y no con su desmoralización.
No podemos permitir que la imagen del militar quede por debajo de la del civil que lo humilla. Porque si eso sigue pasando, llegará el momento en que la Policía Nacional y nuestras Fuerzas Armadas no podrán cumplir con eficacia sus compromisos diarios de día y de noche.
La dignidad militar no se negocia.