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POR CÉSAR DALMASÍ
El autor es periodista
Es conferencista sobre temas de desarrollo y de familia
cesardalmasi@hotmail.com
Con el presente artículo cerramos una serie de tres que hemos escrito y publicado en relación al cooperativismo dominicano, con el interés de contribuir a que el mismo continúe avanzando y desarrollándose en nuestro país la República Dominicana; pero también con una visión crítica sobre el mismo.
Me permito recordar que en ese sentido ya hemos hablado acerca de las bondades del mismo y sobre la necesidad de una nueva ley que ampare, proteja y regule el sistema, porque aunque el Instituto de Desarrollo y Crédito Cooperativo IDECOOP quisiera ejercer una labor real de regular, controlar y de supervisión, lo cierto es que no puede, por carecer de una herramienta legal actualizada, lo que constituye una gran debilidad institucional para el sistema en sí.
Viendo la realidad histórica en casi ochenta años de vida cooperativa en dominicana, creemos que el sector y sus líderes no han sido lo suficientemente valientes como para enfrentar con gallardía a los enemigos naturales del cooperativismo, por lo que esa dejadez y desidia ha permitido que de alguna manera la llamada economía solidaria no esté en una mejor posición, esto, reiteramos para el caso dominicano.
Y lo peor es que también al no estar el sistema verdaderamente encriptado en termino de ley, esto pudiera generar niveles de desconfianza en asociados y en posibles nuevos asociados; pero esa debilidad también abre las brechas para que grupos y dirigentes con debilidad humana y deontológica inficionen el sistema, facilitando a su vez que se pudieran dilapidar recursos, (Dilapidar es sinónimo de derroche, disipar, malgastar), todo ello debido a que no existen las herramientas que puedan sancionar y ejecutar las consecuencias que pudieran derivarse de un posible derroche de los recursos de los asociados, aquí obviamente me refiero exclusivamente al aspecto de ley intrínsecamente sobre el cooperativismo.
Es entendible que estamos claro de que existen las normas legales aplicables a todo aquel que pudiera violentar la ley en cualquier circunstancia, pero a lo que nos referimos es a que por falta de controles reales dentro del sistema, esto evidentemente pone en riesgo recursos que son exclusivos de los asociados, y por si alguien piensa que exagero, les recuerdo que en la actualidad hay caso en espera de que la justicia determine una cosa u otra, por lo que la población espera silenciosa los resultados, (lo que no calificamos hasta que el tribunal determine y se adquiera la autoridad de la cosa definitivamente juzgada).
No es absolutamente de nuestro interés señalar ni nominal a nadie ni a entidad alguna, pero hablando en pretérito, en dominicana todo el mundo sabe qué ha ocurrido y qué pasa en ese sentido en el cooperativismo nuestro, es por todo lo anterior que en nuestros artículos pasados, hablamos aunque un tanto en genérico sobre la necesidad de que el cooperativismo dominicano no pisotee ni mancille la democracia.
Hemos sido cuidadoso en no herir susceptibilidades, ya que también en el sector cooperativo nuestro, tenemos dirigentes con la epidermis muy frágil y cuando alguien es crítico de inmediato se lo toman a mal o lo asumen como que uno se está refiriendo a tal o cual dirigente o tal o cual cooperativa, por eso le reitero que miren a su alrededor y críticamente respóndanse ustedes mismos, la parte que tiene que ver con la democracia interna.
Por tal razón creemos saludable que dentro de la nueva ley, que tendrá que ser una realidad tarde o temprano, ha de colocarse un numeral que se refiera y ordene un consejo de veeduría, compuesto por personas total y absolutamente ajenas a la cooperativa en cuestión, es decir, además de los consejos de administración, de vigilancia y comisión de educación, se hace necesario que exista un consejo de veedores a nivel exógeno y que su único interés sea velar por la transparencia, la equidad y las buenas prácticas; porque en términos generales los consejos de vigilancia en ocasiones se convierte en el juez y parte, en tanto que también son parte de la entidad cooperativa.
Y mirando otro ángulo, definitivamente que el cooperativismo produce y mueve significativos recursos económicos, que deben ser mejor supervisado por el mismo Estado, por ejemplo sólo en empleos directos, se estima que el sector tiene en la actualidad ciento cincuenta mil y de manera indirecta quinientos mil, mientras que su aporte al Producto Interno Bruto PIB anda por alrededor de un siete a un diez por ciento, que en peso dominicano estamos hablando de unos seiscientos cincuenta millones (Unos diez mil millones de dólares norteamericanos).
Finalmente exhortamos a todos los cooperativistas a que se fortalezcan cada vez más, para que juntos puedan enfrentar y afrontar los retos y desafíos que se aproximan, ya que no es secreto para nadie que existen sectores que quisieran destruir, absorber o transformar el cooperativismo para adaptarlo a sus intereses, lo cual nunca debemos permitir, el interés siempre debe de ser mantener y sostener esta economía solidaria en el espacio y el tiempo, por lo que es como sistema de producción.
De mane que la prensa, los medios de comunicación, las redes sociales, los sectores sensatos de la sociedad, todos deben tomar en cuenta al cooperativismo y unirse al mismo para que sectores adversos no logren inficionar las bondades del cooperativismo. 3/3




