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Por qué el desorden parece imposible de solucionar
Desde la Redacción de Portada Nacional
Santo Domingo. — ¿Será cierto que en nuestro país se vive del desorden? Cada día parece más evidente que sí. Es increíble cómo el caos, la improvisación y la falta de reglas claras pueden generar riquezas a quienes han aprendido a beneficiarse del mal funcionamiento de las cosas. Y lo más triste es que ese desorden se ha vuelto parte del paisaje cotidiano en todos los ámbitos de la vida nacional.
En la República Dominicana, uno de los grandes “hoyos negros” sigue siendo el sistema energético. No ha habido forma, ni costumbre ni norma —como diría Anthony Ríos— que logre regularizar de manera definitiva la electricidad en el país. Es cierto que ha habido avances, y que hoy disfrutamos de mayor estabilidad en el servicio que años atrás, pero resulta increíble que todavía existan grupos que se benefician económicamente del desorden.
El Estado dominicano carga una pesada mochila. Sí, hay cosas que se pueden criticar, pero también hay que reconocer que nuestra economía vive respirando por lo prestado. Como dijo el inolvidable Freddy Beras Goico, “este es un país rico, pobremente administrado”. Y aunque en su tiempo él soñaba con “cerrarlo para comenzar de nuevo”, hoy eso suena más a desesperanza que a posibilidad.
Vivimos en un país donde “sálvese quien pueda” parece ser el lema no escrito. Aquí, quien no tiene un padrino o un apoyo político, simplemente no avanza. Miles de jóvenes se sacrifican, estudian en nuestras universidades, y al graduarse se enfrentan a un muro de desempleo, salarios bajos y pocas oportunidades.
El costo de la vida asfixia a las familias dominicanas. El pollo, la carne, el arroz, la gasolina… todo sube, mientras los sueldos siguen en el suelo. Sí, el presidente ha dispuesto aumentos, pero los “pesitos” se evaporan frente al poder del dólar y al alto costo de los alimentos. Es un peso demasiado grande sobre los hombros del pueblo.
Aun así, damos gracias a Dios, a la Virgen de la Altagracia y al Divino Niño, porque a pesar de las dificultades seguimos de pie. Y también a las iglesias y pastores que cada día oran por todos nosotros; quizá sus oraciones son el hilo que todavía sostiene nuestra esperanza como nación.
Otro espejo en la isla vecina
Si miramos hacia Haití, el panorama es aún más desolador. Increíble la cantidad de millones que distintas naciones han destinado para combatir las pandillas y restaurar la paz, pero los resultados no llegan. Los recursos desaparecen en un laberinto de corrupción y violencia que mantiene al pueblo haitiano sin vida ni futuro.
Vivimos en la misma isla, somos pueblos hermanos, compartimos la misma tierra, pero la desigualdad y el desorden político allí también reflejan nuestros propios fantasmas.
Un llamado al orden y la esperanza
Desde la Redacción de Portada Nacional, creemos que no hay desarrollo posible sin orden, transparencia y educación. Que el desorden deje de ser negocio, que el mérito vuelva a ser la regla, y que la justicia no dependa del color del partido.
Solo así podremos decir, con orgullo, que en la República Dominicana no se vive del desorden, sino del esfuerzo y la dignidad de su gente.




