GENERACIÓN PERVERSA COMO NARRA LA BIBLIA

POR CÉSAR DALMASÍ
cesardalmasi@hotmail.com
El autor es periodista.

Les invito a pensar en los distintos casos de corrupción de las últimas décadas, tanto a nivel público como privado y reflexionen sobre el particular, como se observa hemos venido de escándalo en escándalo; ahora aquí traiga a su memoria cada caso de corrupción, malversación, extorsión, prebendas, tráfico de influencia y otras diabluras e ilícitos; si ya los recordó, pues analice usted, no yo, cuál ha sido la sanción que la ley ha impuestos a esos casos.

Le dejo la tarea para que piense en lo anterior, porque cuando alguien (que nunca es solo) logra hacer un entramado de corrupción, y cuando la ley actúa, casi siempre y de acuerdo al sentir de la sociedad, la sanción es muy benigna, sea porque el tribunal lo encuentra culpable o porque se acoge al hecho de que el imputado se declaró culpable y se comprometió a devolver al Estado una mínima parte del dinero sustraído, es decir, con eso y una mínima pena, ya se resolvió el caso; pero, por qué el tribunal no exige que por lo menos se devuelva la totalidad de lo usurpado.

Quiero dejar bien claro, que no estoy cuestionan ni a la ley ni al tribunal que debe aplicar la misma, pero también quiero dejar claro en la siquis de mis lectores la inquietud sobre cuál es el ejemplo que le estamos dando a nuestros hijos, nietos y demás descendientes; porque qué será de la próxima generación dentro de los venideros veinte años, cuando a los niños y jóvenes de hoy les corresponda ser los “lideres” sociales, políticos, empresarios, sindicales, en fin cuando esa generación futura tome las riendas de la sociedad, cuál será su actitud, serán conscientes de lo que les hemos “enseñado” o por el contrario se resistirán a toda tentación y rechazaran nuestro mal ejemplo.

Con gran tristeza y en varias ocasiones he tenido que escuchar a muchos jóvenes decir que es mejor “hacer una vuelta por ahí” para asegurarse lo de uno, pero buscándose muchos miles de millones, porque después tú devuelves un mínimo y con pocos años de prisión ya resolviste; es muy lamentable que se haya llevado a la presente juventud a pensar así y no es un invento, todo el mundo sabe que eso es una conversación cotidiana entre nuestros jóvenes y en cualquier esquina.

En todos los casos de corrupción administrativa, en lo público como en lo privado, en lo pasado como en lo presente, la consecuencia es prácticamente nula para los hallados culpables, realmente la sociedad siente que las penas han sido muy benignas; con un brazalete, “prisión” domiciliaria y listo, a “disfrutar” con su familia todo lo que malversó; porque son tan cobardes éstos degenerados, que cuando llegan al tribunal, de inmediato inician un show de mal gusto porque se “enferman” pero todo el mundo sabe que es un ardid que ya nadie cree.
Sin embargo viéndolo desde otro ángulo, quienes se dedican a enriquecerse con lo ilícito, es cierto, están enfermos, no del cuerpo si no del alma, su consciencia no le deja en paz, porque no se pueden sentar tranquilos en su mesa a comer el mejor manjar con su familia, hijos, nietos y otros allegados, al saber que lo que están comiendo ha sido fruto del robo, la extorción y otros ilícitos y por tal razón no pueden comer ni dormir en paz.
Pero lo peor es que a pesar de eso, ellos mismos se consideran honorables e intocables, cuando la palabra moral no la conocen; es que se olvidan estos bandidos, tanto los de ayer, como los de hoy, claro, hombres y mujeres, que la corrupción causa la muerte a miles de familias, que el dinero que se llevan en las uñas pudiera servir para más hospitales, escuelas, agua potable y en fin, para proveer de una mejor calidad de vida a toda la población.
Más bien lo que estas personas no deben de olvidar, es que aquí o allá cuando le toque presentarse ante el justo juez, tendrán que responder por sus hechos y como dice la Biblia en el santo evangelio de San Mateo 13/42 “Los arrojaran al horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes” o lo que dice el mismo evangelio 22/13 “Atenlos de pies y manos, y échenlos en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” De manera que quien tenga oídos para oír, que oiga o mejor, al que le sirva el sombrero que se lo ponga.