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Santo Domingo, R.D. – La política dominicana vive un momento decisivo en el que la ciudadanía exige más transparencia, cercanía y soluciones reales. En este escenario, surge un actor que pocas veces recibe la atención que merece: la juventud organizada a través del voluntariado.
Según la Oficina Nacional de Estadística (ONE, 2023), más del 34 % de la población dominicana es joven, y de acuerdo con el PNUD (2024), seis de cada diez estarían dispuestos a involucrarse en causas sociales y ambientales. Lejos de ser un gesto aislado de solidaridad, esta disposición representa una fuerza ciudadana con capacidad de incidir en la agenda nacional e incluso en procesos electorales.
El voluntariado se consolida como una escuela de democracia y liderazgo, donde los jóvenes aprenden a organizarse, negociar y liderar, competencias que se traducen en ciudadanía activa y votantes más conscientes.
A este fenómeno se suma la tasa de desempleo juvenil, que supera el 17 % (Banco Central, 2024), casi el doble de la media nacional. Aunque genera frustración, también impulsa a los jóvenes a canalizar su energía en el activismo social y comunitario, convirtiéndose en la base de movimientos ciudadanos que han dado el salto hacia la acción política.
El liderazgo femenino es otro factor clave: según ONU Mujeres (2024), las jóvenes dominicanas encabezan la mayoría de proyectos sociales y educativos, aunque siguen subrepresentadas en espacios de decisión formal. Reconocer este aporte es fundamental para aprovechar una de las fuerzas más activas y transformadoras del país.
Además, la participación juvenil en la agenda ambiental –con proyectos de transición energética, sostenibilidad y gestión del agua– evidencia que el voluntariado no solo “ayuda”, sino que construye ciudadanía y propone un modelo de desarrollo más justo y responsable.
El voluntariado juvenil es, hoy, la semilla de la próxima generación de liderazgos políticos en República Dominicana. Reconocerlo como un poder ciudadano estratégico es clave para fortalecer la democracia, mejorar la gobernabilidad y conectar la política con las demandas reales de la población.
La gran pregunta es: ¿está la clase política lista para escuchar o seguirá subestimando la fuerza más numerosa, diversa y transformadora del país: la juventud organizada?