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Por Doctor Ramón Ceballo
La depresión es uno de los trastornos de salud mental más extendidos en el mundo y, sin embargo, continúa siendo malinterpretada. Muchas veces se confunde con simple tristeza o desánimo pasajero, pero en realidad se trata de una condición compleja que impacta tanto al cuerpo como a la mente, y que puede convertirse en una carga incapacitante si no se atiende a tiempo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2023), afecta a más de 280 millones de individuos en el planeta y constituye una de las principales causas de discapacidad.
No siempre aparece como consecuencia de un único hecho, sino como el resultado de una combinación de factores biológicos, emocionales y sociales. Sin embargo, existen circunstancias específicas que suelen convertirse en detonantes silenciosos y que, al no ser atendidas, pueden llevar a un deterioro significativo de la calidad de vida (Verywell Health, 2024).
El duelo por la muerte de un ser querido, un divorcio o incluso la pérdida del empleo representan golpes emocionales que pueden hundir a una persona en un estado anímico debilitante. Estos episodios, además de remover sentimientos de vacío, suelen generar incertidumbre y pérdida de rumbo (OMS, 2023).
Los conflictos constantes en el hogar, la violencia intrafamiliar o la falta de una red de apoyo sólido son detonantes frecuentes. La soledad y el aislamiento actúan como caldo de cultivo para el padecimiento depresivo, especialmente en sociedades cada vez más individualistas (Wikipedia, 2025).
La presión laboral, las deudas, la inestabilidad económica o la sobrecarga de responsabilidades son condiciones que, sostenidas en el tiempo, desgastan emocionalmente y abren la puerta a episodios de malestar psicológico (Verywell Health, 2024).
Padecimientos crónicos como el cáncer, la diabetes o los problemas cardiovasculares no solo afectan al cuerpo: también debilitan la mente. El dolor constante y las limitaciones físicas suelen generar sentimientos de frustración, impotencia y profunda tristeza (OMS, 2023).
La verdad es que hay etapas de la vida marcadas por transformaciones biológicas que pueden incrementar la vulnerabilidad y estar acompañadas de alteraciones emocionales, tales como,
- Embarazo y posparto: las variaciones hormonales, sumadas a la ansiedad por la maternidad y la presión social, hacen que muchas mujeres experimenten depresión posparto (Verywell Health, 2024).
- Menopausia: la disminución de estrógenos puede alterar el equilibrio emocional, provocando irritabilidad, insomnio y abatimiento en una etapa donde también se enfrentan cambios en la identidad y el rol social (Wikipedia, 2025).
- Andropausia: en los hombres, la reducción de testosterona puede traducirse en cansancio, pérdida de interés sexual y síntomas depresivos, aunque rara vez se aborda con la misma apertura (OMS, 2023).
Debemos reconocer que el historial de abusos físicos, sexuales o emocionales, así como traumas no resueltos, incrementa de manera significativa la vulnerabilidad a este trastorno en la adultez (Verywell Health, 2024).
La pobreza, la inseguridad, la falta de acceso a servicios básicos o vivir en zonas marcadas por la violencia son realidades que no solo limitan el desarrollo humano, sino que también deterioran la salud mental de comunidades enteras.
En República Dominicana, estudios recientes señalan que casi un 20 % de la población sufre algún tipo de trastorno mental y que más de la mitad de los suicidios están relacionados con cuadros depresivos (Listín Diario, 2024; Acento, 2023; El Dinero, 2023).
Lo cierto es que el trastorno depresivo no distingue edad, género ni condición social. Puede afectar a cualquiera, en cualquier momento de su vida. La clave está en reconocer las señales, dejar de estigmatizar el tema y promover una atención integral que combine apoyo médico, psicológico y social (OMS, 2023).
Hablar de depresión no es hablar de debilidad, sino de humanidad. Asumirla como un problema de salud pública es el primer paso para evitar que siga cobrando silenciosamente vidas y esperanzas.